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La fuerza bioclimática

No, no es ningún principio físico inalterable: se trata simplemente de algo tan básico como aprovechar lo que ya tenemos: un emplazamiento único como puede ser la Costa del Sol para aprovechar todo su potencial. Es en este lugar donde una construcción ideada con una intencionalidad de arquitectura bioclimática va a poder sacar todo su potencial, convirtiéndose en un elemento diferenciador, en una casa, un hogar, integrado con la ubicación donde se encuentra sin por ello renunciar al mejor diseño, personalizado, con materiales sotenibles.

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Y es que la fuerza bioclimática de un diseño parte de su compromiso para con el futuro, antes que nada y, después, a través de su diseño arquitectónico, pasa por el estudio cuidado y pormenorizado de lo mejor y más adecuado para su construcción. Los materiales deben ser siempre lo más sostenibles a los que podamos acceder puesto que de poco sirve el conceptualizar una casa bioclimática en Marbella, por ejemplo, si los materiales utilizados no han dejado un mínimo impacto en su creación, obtención y aplicación en la formalización de la construcción. Por ello esos materiales siempre serán debidamente supervisados por la arquitecta del proyecto para asegurar que esa fuerza bioclimática que queremos imprimir a la construcción se mantiene como algo fijo en el compromiso de la construcción, más allá de la visualización.

Las construcciones bioclimáticas dependen de esa conceptualización desde el estadio 1 de su concepto hasta su finalización para suponer un verdadero cambio, un punto y aparte en la construcción tanto individual como de la zona. Aprovechar la ubicación, los materiales naturales, la zona sobre la que se va a construir, las facilidades y orientación del entorno. En realidad la construcción bioclimática aprovecha todo ello. Es más natural, aceptando lo que nos da el lugar para tener que intervenir contra él lo menos posible y con él lo máximo posible. Es una forma, una filosofía de construcción que va más allá de los posibles beneficios a largo plazo: habla de un compromiso adquirido e indeleble con el diseño y con el futuro.

La casa perfecta no existe. Pero existe el hogar.

Desde luego lo que hace una casa perfecta no es su estructura, no es su apariencia ni su construcción. Es ese momento en el que al entrar, sientes que se genera hogar. Y el hogar es insustituible, es único, es ese refugio donde puedes estar tranquilo y cómodo, donde se está a salvo, donde te reequilibras después de hacer tu vida fuera. Una casa es perfecta cuando es hogar. Y eso es insustituible, desde luego.

Pero un hogar también puede provenir de aquello que nos comunica la propia casa. Es darle un pequeño carácter animista, y más en estas fechas. Es cuando entras y sientes calidez, sientes que la luz fluctúa y baila en su interior al son del paso del sol. Y esos factores también son importantes. Porque si tu hogar ha sido construido o reformado con criterios sostenibles, te darás cuenta de que el hogar es más fácilmente identificable.

Podemos ver que las casas sostenibles son aquellas que se han construido no pensando únicamente en los que la van a habitar sino como un todo, lo más considerado posible, con su entorno, con lo que le rodea, queriendo suponer un compromiso con el mundo exterior, con el medio ambiente y también con el futuro y las siguientes generaciones. Una casa sostenible no es una forma de acallar la conciencia, nada más lejos. Es un acto de conciencia. No es buscar el terreno y pensar en lo que quieres, o en cómo reformar ese apartamento, piso, edificio. Es defender el futuro, comprometerse. Es ir un paso más allá. Buscar el hogar, pero también saber que la tierra es el único hogar que tenemos. Y eso es lo que configura el mayor compromiso con la sostenibilidad, mucho más que elegir entre tal o cual material.

Los hogares sostenibles son aquellos que al comprometerse con el medio ambiente, con la eficiencia, con lo bioclimático hacen del mundo un lugar un poquito mejor. Pero no porque tengas que decir que tu casa es de arquitectura bioclimática, sino porque lo sentirás. Es algo que la propia casa, después de su adecuado diseño por un arquitecto especializado en arquitectura bioclimática y sostenible, te muestra. Las horas de sol disponibles, la ubicación, los materiales, la capacidad de absorber calor y la minimización de su huella energética. No estés contento porque tu casa es más eficiente y ahorras, es mejor estar contento porque no tienes la necesidad de contaminar o que contaminen para que tú estés más a gusto en el interior de tu casa. Y eso, ese pensamiento, el saber que con cada acción y cada pasito, se contribuye a la sostenibilidad del medio ambiente y de nuestro paso por ese hogar grande y azul que es nuestro mundo.

Hablaremos de arquitectura bioclimática, oh, sí. Pero también de lo que supone para las personas y sobre todo de la concienciación de que un hogar es más hogar cuanto más cómodos física e intelectualmente estemos en él.

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Arquitectura bioclimática como compromiso

A lo largo de la evolución de los procesos arquitectónicos hemos pasado de viviendas que trataban de utilizar el emplazamiento-ubicación y diversas técnicas constructivas en su beneficio (arquitectura griega y romana –domus–)  con instrucciones preclaras como las de Vitruvio que instaba en sus Diez libros de Arquitectura a tener en cuenta el lugar donde se construía “Una casa apropiada para Egipto no lo es para Roma” o “No se debe hacer sombra con nuevos edificios”, donde se reflejaba la importancia del aprovechamiento pasivo de la luz solar y las consideraciones a adoptar para crear viviendas idóneas. Claro que eso siempre enfocado en la domus. Las Insulae y su hacienamiento ya eran otra cosa.

Sin embargo con la llegada de épocas donde el acceso a la energía hacía que no se tuvieran en consideración este tipo de factores damos con la actual tendencia arquitectónica de construcción sin tener en cuenta factores bioclimáticos: ni la ubicación, materiales, hermetismo de los edificios, sistemas de ventilación forzada… Es decir, se empezaron a construir edificios funcionales que no tenían en cuenta los factores de aprovechamiento confiando en la producción energética para paliar la temperatura, la humedad, las condiciones de luz… Muchas de esas faltas de consideración dieron aparición al llamado síndrome del edificio enfermo que trataremos más adelante.

Pero el ser humano evoluciona —y a veces para bien— y se retoman viejas ideas para nuevas épocas y por suerte vemos crecer la innovación en base a esas ideas, mejorándolas con conocimientos actuales.

Así aparece la arquitectura bioclimática, como una forma no ya respetuosa y consciente de proyectar y construir sino también de relacionarnos con el entorno y con conceptos (y hechos) como el impacto de la huella de carbono. La alternativa, esta arquitectura bioclimática trata de sacar partido a todos los factores pasivos (ubicación, materiales, luz solar…) que permiten ahorrar costes energéticos y ser más amigables para el medio ambiente en el que nos desenvolvemos.

La arquitectura bioclimática es una forma de entender y medir incluso la sostenibilidad y el consumo energético de un edificio, una casa, del desarrollo de nuestra vida diaria y saber que estamos haciendo algo por mejorar lo que ha llevado tan poco tiempo alterar y empeorar. Una arquitectura bioclimática es un ejercicio de responsabilidad para con el futuro, una promesa a nuevas generaciones. Un primer paso consciente y sólido hacia ese compromiso para con nuestro entorno.