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Mucho más que una casa pasiva: un hogar.

Elena siempre ha querido encontrar un lugar distinto, un espacio donde ser verdaderamente ella. En su relación con el mundo, de cuando viaja a lejanos bosques y nuevos parajes con los que complementar su visión del mundo, ha aprendido una cosa: que nuestro lugar con nuestro entorno se configura también en cómo nos comportamos y comprometemos con él.

Por eso, con mucho esfuerzo, ha podido por fin optar por hacerse una casa pasiva, una passive house. No, no es una moda, no es algo que haya dicho un influencer o que haya leído en un blog. Es más que una filosofía. Es producto de intensos estudios profesionales y supone una forma de establecer un hogar, más que una casa, que, a la vez, considere su entorno, localización y lugar en el mundo como hogar dentro de otro.

¿Qué es eso del passive house?, le preguntan más de una vez, con un café caliente entre las manos cuyo olor rodea la conversación, o en casa de unos amigos, echando la tarde mientras fuera llueve y de vez en cuando alguno de ellos siente el escalofrío de una bocanada de aire helado que se cuela por alguna rendija de las ventanas.

—Una casa pasiva es… bueno, a ver —les dice—, sin palabrejas técnicas que quedarían muy bien en un post o en el blog de algún arquitecto, es un lugar, para empezar, tú lugar, puesto que tienes que estar muy convencido de lo que haces para hacer esa inversión, donde vas a crear tu hogar. Es un tipo de casa que lo primero que hace es ser consciente de dónde está. ¿Sabéis que edificios como este? (no te ofendas Sebas), fueron creados hace treinta años, con el auge del petróleo y demás dándole igual la ubicación? Si quedaba frío, se le metía calefacción. ¿Caluroso? Pues aire acondicionado. Se construía con un patrón determinado para hacerlos lo más rápido posible, baratos en cuanto a materiales e ignorando la ubicación. La habitación de invitados es más cálida que la principal, y la cocina tiene mucha luz y el salón necesita luz artificial casi todo el año…

—Me dan ganas de mudarme —comenta Sebas.

Todos ríen. Elena continúa.

—Las passive house se construyen teniendo en cuenta muchos factores. Se estudia la ubicación para poder aprovechar mejor la distribución interna con respecto a las horas de sol, a los vientos que soplan en la zona y el tipo de suelo y clima. Además se preparan de tal manera que están bien aislada, que no se rompen los puentes térmicos (o sea, las zonas donde se puede escapar el calor o el frescor), la hermeticidad —todos miran la vieja ventana del salón que tiene un periódico arrugado entremetido para que no silbe el viento— y se crea un sistema de ventilación con redistribución y recuperación del calor. Es un todo en uno sin renunciar a algo de diseño si se quiere. Además se utilizan tecnologías de calefacción innovadoras, que ya os contaré. O, mejor, la veréis. Cuando esté listo.

certificado energético hogar

—Parece toda una inversión —opina Matilde.

—Oh, lo es —confirma Elena—, pero es una inversión que luego te sale a cuenta, porque el gasto energético es menor y, qué queréis que os diga. Y no solo es por lo económico: es porque al ser una casa sostenible, todo, desde los materiales hasta incluso cómo los traen a la obra y todo lo demás: pintura, acondicionamiento, aislamientos, todo está certificado como sostenible.

Da que pensar, y de hecho siguen hablando de ello hasta bien entrada la noche. Mientras tanto, en ese solar heredado de la familia, poco a poco la obra va dando lugar a esa construcción en la que Elena ha volcado tanta ilusión y con la que espera poder aportar su granito de arena.